Hay palabras que pasan sin dejar huella y otras que dejan una marca a fuego. Hay palabras que hacen reír, hay palabras que hacen llorar... palabras que juegan con uno, que impulsan o detienen, que ayudan o complican. Las palabras se amoldan, se adaptan, se esfuerzan y buscan la forma de salir a la luz. Tienen cierto poder que ostentan y se aferran a el para dejar su marca. Y hay palabras mágicas.
Mi palabra mágica es SUR, y cuando digo SUR me refiero a mi sur, un sur argentino, del Río Colorado para abajo, de lado a lado.
Esa sola y corta palabra hace tanto de mi... el escucharla solamente dibuja mi sonrisa... y me remonta, y me lleva...
Aparecen recuerdos de mi infancia, de vacaciones, de familia.
Proyectos pasados y futuros.
Vuelve una persona muy querida, que ya no esta físicamente pero que vivirá eternamente en mi corazón.
Y brotan mis ganas, de volver, de estar... de sentarme nuevamente en esa piedra y cerrar los ojos y que la brisa acaricie mi cara... entonces cierro los ojos y vuelo, vuelvo a ese lugar.
Y puedo sentir el aire, las piedras, el olor de los pinos cercanos, el rumor del agua.
Siento olores, a dulces caseros, a chocolate, a resina y verde, a madera y tierra, olor a libertad...
Y si me concentro escucho por un segundo el silencio del lugar... y ahora agudizo mi oído y escucho las ramas movidas por el viento, el canto del viento en la montaña, la danza tenue del agua, un ladrido lejano, una risa, y un suspiro que escapa por una ventana.
Abro los ojos y lo veo. Estoy ahí, nuevamente, caminando junto a un lago, y se me escapa el alma y se sumerge en el agua fría... se deja llevar y se hunde... hondo, mas hondo... y ahora se infla y empieza a subir... y mira hacia abajo en ese inmenso azul de agua clara... y gira, mira el cielo y es el mismo intenso azul... entonces sonríe y vuelve a mi, limpia y pura....
Y la palabra me desconectó del mundo y me conectó conmigo. Y eso la hace mágica.
SUR es mi palabra mágica, no hay otra palabra que logre esto en mí....
