O "La unión hace la fuerza", como gusten...
Cuando terminamos 5° grado, al final del curso, la Señorita que nos despedía nos saludó uno por uno y nos dijo unas breves palabras acerca de su experiencia con nosotros: que estaba admirada de nuestro compañerismo, de nuestra solidaridad para con el otro y de la inmensa capacidad de trabajar en grupo que teníamos.
Y nos dejó una frase: "La unión hace la fuerza"
En marzo del '91 yo empezaba 6°. 6° "A", y los del "A", por alfabeto y por definición, siempre éramos mejores. Siempre.
La cosa que mi lindo grupete del A era inigualable. Eramos muy unidos. Obvio que existían los subgrupos de "mejores amigos": Andrea y yo, Candela y Carolina, Sole y Guille, José y Ariel, etc. Pero mas allá de esto, todos éramos amigos con todos y no había reunión, cumpleaños, procesión a algún santo, sacramento o acto escolar en el que no participemos todos juntos, en bloque, como la propaganda de COFLER sobre los rugbiers.
Los otros, los de B, eran desunidos. Mas allá de que tenían repitentes (que palabra fea) y gente venida de otras escuelas (siempre los ponían ahí, no sé porque), ellos eran un grupo desparejo, competitivo entre sí, vivían peleando y no se ponían de acuerdo con nada.
Entonces, que pasó?
Ese primer dia de clases la maestra preguntó si había algún compañero nuevo en el curso y nadie levantó la mano. Yo dije "que suerte" por lo bajo pero me escuchó. Me preguntó el porque del comentario y yo le respondi "porque mejor malo conocido que bueno por conocer".
A continuación dio un largo y aburrido discurso sobre lo mal que estaba pensar como yo, lo que aportan los compañeros nuevos y bla bla.
Patrañas. Nosotros siempre éramos los mismos y tanto tiempo juntos nos había vuelto lo que éramos: un verdadero grupo.
Pero la cosa nos duró poco: a la semana siguiente y mediando un consenso generalizado por las maestras de ambos sextos y la directora del colegio, no tuvieron mejor idea que "sortearnos", cual lechón que se rifa para navidad, y nos mezclaron el curso. De ser el A y el B pasamos a ser el AB y el BA.
Todo para que aprendamos a compartir, a socializar, y a conocernos más ya que el viaje de 7° lo hacíamos todos juntos por orden del cura.
Todo por mi comentario. Todo por mi culpa.
De más está decir que la fusión no funcionó. El agua y el aceite no se mezclan, seño.
Los del A planeábamos cosas en los recreos contra los intrusos del B y tener "espías" en el otro aula no nos vino nada mal. Aparte, y a fuerza de una gran actuación de llanto sumamente practicada, logramos que el cambio sea por turnos, así que la estadia en el odiado curso era por épocas.
Ellos siguieron peleándose, y muchas veces aliándose con nosotros en contra de sus propios "compañeros".
Nosotros seguimos haciendo rancho aparte, y a lo sumo lo que se logró con eso fue "rescatar" a algunas almas con esencia A que habían sido mal ubicadas en su momento en un curso B.
Cuando terminamos la escuela, despues del viaje y toda la historia, en su discurso final, la señorita esa que me había sermoneado dos años antes por mi comentario, dijo: "cierta vez un alumno, que lamentablemente no recuerdo quien era, me dijo que era mejor malos conocidos que buenos por conocer, y yo le dije que no era así, que había que abrirse a conocer otra gente, y creo que con esa división de cursos que hemos hecho durante estos dos años y que tanto han criticado tanto chicos como padres, hemos demostrado que es mejor buenos conocidos pero tambien hubo buenos por conocer y me gustaria preguntarle a ese alumno si sigue pensando como pensaba" entonces yo me paré con la insolencia que te da el último día de clases de tu último año en la escuela, y ante la mirada de todos los emocionados presentes le dije: fui yo, y sigo pensando lo mismo, que nos hayan dividido no cambió nada, porque "la unión hace la fuerza", aguante 7° A! Y mis compa corearon 7° A!, 7° A!
Para coronar sus lágrimas, Srta. Claudia.